CORAZÓN CULPABLE.

Copiado de Corazón Azul.

En mi niñez el Real Oviedo empezó a acompañarme en forma de deporte, aquel balón rodando por el césped, once contra once luchando por un mismo objetivo, aquella grada clamando justicia arbitral, o ese éxtasis general cuando el balón entraba en la portería, me resultó atractivo desde el principio sin entender lo más mínimo de normas y reglamentos.

En mi adolescencia, cuando empecé a entender que además de los goles había muchas cosas más detrás, que esperaba ansiosa a que llegara el domingo convirtiéndolo en el día más importante de la semana, y que escuchando el himno a la salida de mi equipo en el viejo Tartiere se me empezaba a erizar el pelo….comprendí que aquello había dejado de ser un simple deporte para convertirse en algo más.

En mi madurez, hubo momentos que la familia que había creado me impidieron seguir a mi equipo durante los primeros años de infancia de mis hijos, había domingos que no podía ir al campo y tenía que limitarme a escucharlo en la radio, ya que de aquella las televisiones no daban tanta cobertura como ahora.

Cuando fueron creciendo y las ataduras eran más llevaderas empecé a llevar a mis hijos al campo y a inculcarles el amor hacia el REAL OVIEDO. De aquella iban más bien obligados, para qué negarlo, y ninguno de los dos tenía especial predi lección por nuestro club, algo normal ya que desgraciadamente los niños de esta región parecen únicamente obligados a sentir dos escudos, en una especia de imposición poco democrática. Alguna vez incluso me hacían la típica pregunta que muchas veces estamos obligados a contestar los oviedistas «Mámá, ¿Y TÚ PORQUÉ ERES DEL OVIEDO?», caray, un segundo me quedaba parada y algo sorprendida pero luego les decía «Eso no tiene explicación, esto o se siente…o no se siente, y yo tengo la suerte de sentirlo». Me miraban como diciendo…»qué mamá más rara tenemos, que nos habla de sentimientos y de fútbol como si ambas cosas pudieran mezclarse, ¿algún día sentiré lo mismo y la entenderé?».

Esa época coincidió con la desgraciada caída en picado de nuestro club, primero a segunda división, y más tarde a tercera descendiendo dos categorías de golpe, «gracias» a los dirigentes, a los mercenarios a los que no les tembló el pulso y traicionaron al club y a la afición, y sobre todo «gracias» a la irrupción de la puta política que sirvió para que los unos y los otros nos usaran cuando y cómo les apetecía sólo para sus intereses personales.

Estábamos en los barrizales, y nos daban pocas esperanzas de vida.
Entonces, lejos de tirar la toalla, de claudicar ante todos aquellos que nos decían que estábamos muertos, sacamos del baúl de los recuerdos un enorme orgullo que ni siquiera conocíamos, que no se había destapado hasta entonces. Comprendimos el significado de aquella frase que rezaba «Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde», y como lo creíamos casi perdido, o de eso nos intentaban convencer, pensando que aquel equipo que nos había acompañado toda una vida era estrangulado por todos los frentes, dimos un paso al frente, alzamos la cabeza y gritamos a los cuatro vientos «EL REAL OVIEDO NO MORIRÁ MIENTRAS UN SÓLO OVIEDISTA PERMANEZCA VIVO».

Quién era un político para imponernos de qué equipo teníamos que ser, quien era un alcalde y toda su maquinaria para decirnos que éramos historia y que dejáramos morir aquel sentimiento, como si los sentimientos se compraran y se vendieran en un rastro, o en la sección de oportunidades de un gran almacén.

Algo grande debió de surgir aquel verano, muy grande tuvo que ser la lección que dimos los oviedistas, que gran parte de aquellos niños, y ya no tan niños, incrédulos con nuestro sentimiento empezaron a sentirlo y a hacerlo suyo de la misma manera. Mis hijos dejaron de preguntarme y empezaron a pedirme camisetas azules, sacaron de dentro la misma rabia y coraje que yo les había transmitido y se fueron haciendo azules y oviedistas con una ilusión y una fuerza desconocida para ellos. Fue entonces, cuando un día mirándome camino a la colina azul a donde nos dirigíamos a ver a nuestro Oviedín contra el equipo usurpador me dijeron: «Mamá, ahora entendemos lo que nos dijiste aquel día, ahora entendemos que es sentir al REAL OVIEDO y no poder explicarlo. Gracias por hacernos oviedistas».
He cometido, seguro, muchos errores como madre, pero aquello me quedó grabado para siempre y comprendí que si por lo menos les había enseñado a caminar con el corazón por la vida, y a luchar hasta la muerte por lo que uno quiere…algo bueno me llevaba en mi equipaje.

Diréis algunos que a que viene este relato, pues viene a que esta semana me han querido pisar de nuevo, y esta vez no han sido los políticos, ni jugadores sin corazón, esta vez han sido mis propios dirigentes, indignos de representar a un club con la historia y la afición del nuestro, e inmersos en una huida hacia adelante que no tiene ningún sentido. Lo paradójico, lo triste, es que estos que representan al club y me quieren pisar son los mismos que cuando los oviedistas de corazón luchábamos por la salvación del REAL OVIEDO ellos ….aplaudían cualquier signo de debilidad y daban palmaditas a quien nos quería ahogar.

¿Ustedes creen de verdad que van a lograr que guarde mi orgullo y me olvide de luchar? ¿Ustedes de verdad piensan por un momento que con mentiras van a ensuciar mi oviedismo? ¿Cómo se erigen ustedes en justicieros de este sentimiento si lo desconocen por completo y hasta renegaron de él en su día?.

Sí, es verdad, soy culpable, y mis compañeros también, igual que muchísimos oviedistas, culpable….DE DEFENDER AL REAL OVIEDO, de hacerlo con sentimiento, con pasión y hasta con vehemencia, pero siempre con la fuerza de la palabra y del corazón. Y si por ello un juez me tiene que condenar….que me vayan esposando, que gustosamente ocuparé mi celda de castigo.

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